jueves, 9 de abril de 2015

Rv: Pieza del mes. Año Antonio Nariño. Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.



El Miércoles 8 de abril de 2015 15:53, Biblioteca Nacional de Colombia <prensabnc@mincultura.gov.co> escribió:


Boletin 38
Boletín 14
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
Con motivo de la celebración del "Año Antonio Nariño" y para conmemorar los 250 años de su nacimiento este 9 de abril, la Biblioteca Nacional de Colombia le dedica la Pieza del Mes a uno de sus más importantes legados: la traducción y publicación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
El folleto de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, impreso por Antonio Nariño en 1811, y el manuscrito, considerado como su versión original, son las piezas del mes de abril de la Biblioteca Nacional. Este documento, publicado en la llamada Imprenta Real, fue diseñado como una nota anexa para un escrito de Nariño presentado ante los tribunales de justicia del nuevo gobierno instaurado tras los hechos del 20 de julio de 1810. El propósito fundamental del recurso interpuesto por Nariño era conseguir que las autoridades santafereñas en alguna medida compensaran, con los bienes y los caudales embargados al virrey Amar y Borbón, los daños y perjuicios generados por los 16 años de prisiones, destierros y persecuciones que le ocasionaron la publicación clandestina, en su propia imprenta,  de los mismos principios revolucionarios en diciembre de 1793.
Nariño fue el primero, en toda la América española, en traducir y dar a la luz los 17 artículos de la declaración hecha por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia el 26 de agosto de 1789. Sin duda, dicho impreso se constituye en el papel más importante estampado por las prensas coloniales en el actual territorio colombiano, tanto por la tenaz represión a la que dio lugar en todo el virreinato, como por el significado y la trascendencia política del gesto. Con su publicación, Nariño se convirtió en uno de los primeros abanderados en el continente de las libertades individuales y de los derechos civiles en un sentido muy similar a como los entendemos desde nuestra sensibilidad contemporánea.
En la actualidad, no contamos con ningún ejemplar de los impresos que estampó el santafereño en aquella primera ocasión, pues él mismo se encargó de recogerlos todos, junto con el manuscrito y las pruebas de imprenta, y los entregó al fuego en su casa de la Plazuela de San Francisco para evitarse problemas con las autoridades virreinales. De hecho, ni uno solo de aquellos papeles pudo ser adjuntado a la causa judicial seguida en su contra, que se llevó a cabo sin la principal "prueba del delito", pese a las ingentes y exhaustivas pesquisas de los fiscales de turno. Como dirá Nariño en este mismo documento: "estos impresos apenas se vieron quando fueron quemados de mi orden, por solo la advertencia de un amigo, sin que se encontrase un solo exemplar con que encabezar el proceso".
No obstante, con base en las descripciones que se encuentran en los autos del mismo proceso, es posible afirmar que, en términos generales, la edición preparada por Nariño en 1793 guarda grandes similitudes con nuestra Pieza del Mes. Las diferencias más notables se encuentran en los encabezados y pies de imprenta, y en la presencia de dos glosas diferentes en ambos textos. Mientras que la primera versión incluía un comentario final que celebraba el arduo trabajo de los legisladores franceses en favor del imperio de la libertad en el mundo, la última contiene una breve nota al pie que explica los alcances del décimo artículo referido a la libertad de opinión religiosa.   
Nariño publica nuevamente la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1811 no solo con el objetivo de contribuir a las "luces del Reino" o animado por un espíritu meramente divulgativo –y de paso informar a los neogranadinos puntualmente sobre el origen de sus innumerables infortunios–. Más allá de esto, el santafereño la reimprime para dotar de contenido real las 17 proposiciones que consagran la igualdad, la libertad y la propiedad como los pilares del nuevo orden político en construcción, y para exigir del nuevo gobierno la garantía de sus derechos como ciudadano neogranadino, pues, según sus propias palabas, era injusto que "este Gobierno ha cambiado, y yo me veo hoy tratado como en el antiguo Gobierno". 
Este gesto de Nariño dejó una impronta perdurable en la cultura política colombiana y permanece con nosotros como un legado al cual debemos siempre responder en defensa de nuestro común reconocimiento como sujetos de derechos, nacidos libres e iguales, como bien reza el mismo papel cuya impresión tantos trabajos causó a Nariño, y que puede ser considerado como el comienzo de un incierto y difícil proceso que aún no termina: el del reconocimiento, sin distinción, de la dignidad humana en el actual territorio colombiano.
Por: Alexánder Chaparro
Historiador de la Universidad Nacional
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